viernes, 4 de mayo de 2012

Divorcio cultural en el peor momento.

'¿Cómo sobrevivir a la crisis? Política y gestión cultural', el seminario propuesto por la Fundación Pedro García Cabrera, presentó ayer su segunda jornada. En ella, el profesor Lluís Bonet (Universitat de Barcelona) continuó dando claves para comprender por qué la Cultura se encuentra en la situación actual y comenzó a esbozar algunas claves de acción.

Las intervenciones, que en esta sesión no esperaron al final de la presentación de Bonet, dejaron en mí una sensación de divorcio entre la academia y la gestión de políticas culturales. Una impresión. Una simplificación. Lo sé.

Ante cualquier propuesta, unos y otros, sacan a pasear su incuestionable experiencia y todo queda en etéreos brindis al sol. Unos, cortoplacistas. Otros, sin el condicionante del cargo público respirando en sus 'cogotes'.

Se habla de participación y llega el consenso. ¿Democracia participativa? Sí, pero no con todos. Uf. En realidad, un complemento participativo a una democracia representativa. Ah, vale. Todos más contentos. Pero... la casa sigue sin barrer.

Antes, en la sesión anterior, la 'universidad' había aceptado parte de culpa por no -saber o querer- salir de su campana de cristal. Los otros, la gente de la Cultura, al menos inicialmente, reconocen un fracaso al no haber conseguido implicar a la ciudadanía en su proyecto (¿todo para el pueblo pero sin el pueblo?). Otros, también de este sector, no creen que el fracaso sea tal. Como en el chiste: organícense.

En encuentros anteriores se ha propuesto como necesario el trabajo público-público (no como espectador, sino como relación entre administraciones). Totalmente de acuerdo. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Aquí comienzan mis dudas.

Como espectador asumo mi parte de culpa, dejé que 'papá estado' me consintiera. Estoy 'pagando el pato'. Y ellos ¿qué hacen? Si las decisiones (generadas por los técnicos) tienen coste en votos, no las apoyarán (salvo contadas excepciones). Si una solución es 'mancomunar' recursos, olvídalo, no invitaré a mis vecinos a ir a tu teatro... Y, así, uno sospecha otras muchas cosas.

Hace no mucho tiempo, desde luego que ya dentro de la crisis, muchos dentro del sector hablaban de industria cultural y no se ponían ni colorados. Ahora toca reinventarse, consolidar los logros que no sean esclavos del presupuesto... ¿Quién está dispuesto?

Por eso, porque un usuario de eventos culturales como yo tiene todas estas sensaciones encontradas sólo escarbando un poco, siento ese divorcio en la Cultura: entre administraciones, entre creadores y público, entre públicos (como espectadores)...

Mi abuela solía decir: entre todas la mataron y ella sola se murió.


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