miércoles, 17 de junio de 2020

El tamaño sí importa, Cultura en pequeño formato.

Como en otras situaciones de crisis, sospecho que las acciones de pequeñas dimensiones abundarán en los próximos tiempos. Eso sí, con una gran diferencia: también los públicos serán reducidos (superado el ámbito digital).

Hace años, la crisis -y no una decisión artística en la mayoría de los casos- provocó que la oferta cultural se viera colonizada por solos, dúos, pequeños recitales, conciertos acústicos... El teatro, la música, la danza y, sobre todo, la comedia, mutaron a formatos ya existentes pero no tan extendidos, al menos, con esa intensidad.

Esta mal llamada nueva normalidad, añadirá a esta ecuación la variable público, una variable reducida a porcentajes que harán que resulte muy complicada la rentabilidad de los espectáculos, tanto para programadores como para artistas (y quizás para el público, que quizás vea incrementados los precios habituales).

Volverán a aparecer los 'artistas orquesta', que no tendrán más remedio que saber de guion, dirección, producción, contabilidad, luz, sonido... Y eso tendrá consecuencias para artistas y para esas otras profesiones del sector que verán reducida su actividad.

Existirán excepciones, claro, siempre las hay. Las grandes marcas funcionarán a otro nivel, mientras que la 'cultura de guerrilla' sobrevivirá inventando nuevos formatos, intentando acceder a dinero público o renunciando a su caché y enfrentándose a lo incierto del porcentaje de taquilla o, lo que es aún peor, a la cruel taquilla inversa.



Pieza de danza: Dakini (Paloma Hurtado)
Fotografía: Luca Lorezo Sala 


Pero, ¿qué puede hacer el público? Depende. 

Hay personas que consumen Cultura por un tema estético, como entretenimiento, como parte de esa liturgia social en la que se consumen productos (ahora nos los venden como experiencias) y listo. No es malo, ojo. Aunque son las otras, esas personas que se acercan al hecho cultural como quien va al mercado, por necesidad, las que se alimentan de Cultura, entienden el proceso que hay detrás, asumen su responsabilidad y todo de un modo activo, con un plan, un itinerario marcado que, ahora sí, generará experiencias que aportarán valor más allá del necesario placer.

Cada persona invierte (o gasta, depende de los casos) su dinero como quiere, faltaría más. La Cultura también tiene pequeño comercio, también aspira a ser sostenible. Claro que las grandes superficies culturales (entendiendo esto como grandes compañías, centros de producción o exhibición...) deben existir. Ya lo hacen, generan redes de trabajo, relaciones con la administración, tienen público cautivo... Permíteme que me preocupe algo menos por ellas. Hay 'experiencias' que no podrá ofrecernos nunca una pequeña compañía de teatro, alguien que canta en un bar con la única compañía de su guitarra o ese pequeño grupo de personas que conserva la tradición artesana de su comarca, pero también podrán 'regalarnos' la magia de lo cercano, lo íntimo, del pequeño formato.

Hace muchos años, asistí a un concierto de Bebo Valdés en una playa, como parte de las acciones paralelas de un gran festival. Una tarima modesta, un piano de cola y unos pocos espectadores. Cuando el ya mayor músico cubano se sentó al piano, nos miró y dijo: “Somos pocos, pero de los buenos”.

¡Quédate con eso!




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